Hay ocasiones en que el árbol impide ver el bosque. Y otras donde es precisamente al revés. Traducido a términos musicales, hay tanta literatura sobre rock a esta altura del partido, tratando de hacer encajar seis décadas de historia en un cronología orgánica y prolija, que nos hemos encandilado buscando la nueva movida: el nuevo envión sinfónico, la nueva revolución punk, el neo-grunge, el regreso del Britpop, etc., etc.
Pero una característica interesante y digna de apreciar en esta segunda década del siglo XXI es que, al son de las comunicaciones cada vez más inmediatas, las experiencias musicales son compartidas en paralelo. Para explicarme mejor: uno se entera en forma simultánea de que una banda rusa desafió el atavismo de las autoridades al mismo tiempo que escucha los sones de un novedoso guitarrista africano o los flamantes sonidos que emergen de las capitales tradicionales del pop, como Londres o Nueva York.
Entonces, es comprensible que haya voces que añoren una “movida” de las que la prensa musical solía hablar antaño –siempre presentadas a gusto y placer de los escribas, de todas formas- pero la realidad musical de 2013 es bien diferente: existen muchas manifestaciones musicales excitantes y hasta novedosas, pero no hay necesariamente un elemento que las reúna en un fenómeno colectivo, ni estilista ni geográfico. En lugar de lamentar esta dispersión, pienso que lo mejor es abrazarla y regocijarse con la explosión de estos nuevos (y no tan nuevos) artistas que aparecen en el firmamento mundial.

Si no fueran tan variadas y eclécticas sus manifestaciones musicales actuales, la prensa británica ya estaría hablando de un neo-Manchester, ya que esta urbe inglesa que alguna vez fue epicentro de la revolución industrial, lleva ya décadas produciendo música original y urticante. Piensen en Buzzcocks, The Fall, Joy Division, Magazine, The Smiths. Y bien, el siglo XXI ha contemplado un nuevo Manchester musical a partir del sonido melodioso y a la vez de letras críticas y melancólicas de Elbow y sus rivales y amigos, I Am Kloot. Y
justamente I Am Kloot acaba de producir una de las tempranas perlas musicales del 2013 con el álbum Let It All In, un compendio de poesía impregnada de romanticismo y a la vez de fiebre existencial, enfundado en un continente musical rico y variado. De la misma ciudad provienen Dutch Uncles con un similar regodeo por los ritmos medios y cuidadas melodías. Las canciones de Out of Touch in the Wild no revelan todo su juego en la primera audición sino que van construyendo sus mapas de estímulos y revelaciones poco a poco en la conciencia del oyente. Lo de Courteeners, en cambio, tiene un vínculo algo más cercano con el rock y el pop más extrovertido que uno asocia con estribillos que se dejan corear y voces dramáticas. Anna, su tercer álbum, tiene todo eso pero también se dispara con rumbos poco predecibles, demostrando que esta banda, favorita de festivales, tampoco quiere ser encasillada.



Aquí hagamos una pausa en los músicos nóveles para hablarles del retorno de un hijo pródigo.
El australiano Nick Cave se ha despachado con un gran álbum llamado Push the Sky Away, con sus remozados Bad Seeds entre los que hubo un cambio de piezas, ya que el histórico guitarrista Mick Harvey dejó su plaza, que no fue llenada, es decir que en el nuevo disco las guitarras, donde las hay, no son el instrumento preponderante. Esto, sumado a una temática menos tajante que los varios discos previos donde abundaban las “murder ballads”, ha dado como resultado una serie de obras de especial sensibilidad, de un romanticismo a flor de piel, con componente entre decadente y barroco, que le queda de maravillas al ex Birthday Party.

Lo bueno de la exageración periodística sobre nuevas movidas musicales, reales o imaginarias, es que a menudo ayudan a desarrollar algo que estaba en ciernes. Mucho se habló en los últimos años de un “neo-folk” que tomaba como antecedentes lejanos la música de The Band y encontraba su realización actual en un grupo explosivo en melodías y armonías vocales como Fleet Foxes. Y bien, “hype” aparte, hubo un zeitgeist de artistas que tenían a la liturgia del folk-rock como punto de partida para su repertorio y hubo una explosión de excelentes álbumes que recién ahora empezamos a digerir del
todo. Uno de los exponentes que más se ha abierto paso en la consideración de los escribas especializados y de un sector del público en meses recientes es el grupo irlandés Villagers. Becoming a Jackal nos advirtió que la cosa venía en serio hará unos tres años, y su álbum flamante, {Awayland} –así, entre corchetes- es la prueba fehaciente que estos músicos tienen tela para cortar. Muchas melodías delicadamente trabajadas; cálidos climas, buenas letras. Otro de los puntos fuertes de la temporada musical.

Me quedé con ganas de hablarles de los nuevos rumbos experimentales de lo que otrora se llamara “progresivo” y también de los sonidos renovados de África. Si, es cierto, se viene una segunda parte de este artículo sobre nuevos sonidos. ¡No se la pierdan!
Alfredo Rosso
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